domingo, 12 de febrero de 2017

ESTRENABA DE NUEVO LA VIDA




Subía la suave pendiente de una loma entre coscojas y palmitos, atento al lugar donde ponía los pies, no se fuera a caer en una de tantas simas, semiocultas por la vegetación, que hay en este lugar de piedra caliza; de pronto, el canto de un pajarillo azul, gris y rojo que sobre una roca estaba, paró sus pasos, fue solo un momento antes de perderse entre los matorrales, dejando su imagen y melodía en el recuerdo. Cuando llegó a la cima, el panorama que desde allí se disfrutaba era inmenso.
Y dejó libre el pensamiento.
La soledad y el silencio llenaron su conciencia, despertando nostalgias. Regresó a los años jóvenes, alegres,  felices…  volvió al paraíso, sublimado quizás, soñado tal vez, pero auténtico, verdadero, casi tangible…
Allá, en la soledad de los roquedales blancos y carrascas verdes, contempló como el sol, cayendo en el horizonte, daba tintes rojos a la neblina de poniente y bordaba de amarillo los ribetes de las nubes más cercanas.
Mansamente el recuerdo de una mano femenina presionando suavemente con firmeza su brazo, el brillo de aquellos ojos de mujer ilusionada; su mirada honesta y veraz, ofreciendo valor y confianza;  su pelo, su figura grácil,  su voz sensual; su sonrisa luminosa, acogedora; su forma única de caminar y de existir, llenó su alma de ilusión.
Respiró con fuerza, con fuerza sintió la vida.
Bajó canturreando y brincando, despreocupado y alegre hasta la seguridad del camino, mientras el sol desaparecía detrás de la última montaña.
Llegaba la noche, él estrenaba  la vida. De nuevo.

                                                                       José F. Álvarez 
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